El tercer mundo no es para gays

“(…) la idiosincraca del pueblo Neolones (sic) rechaza la unión matrimonial entre personas del mismo sexo, ello en razón a que si bien dichas relaciones se han llevado a cabo en países como Portugal, Islandia, Noruega, etc., los criterios es que ellos son países desarrollados y este país es tercer mundista o en vías de desarrollo, por ende, su cultura en modo alguno puede estar a la par del pueblo de Nuevo León”[1].

Con argumentos de este tipo el Congreso del Estado de Nuevo León promovió un recurso de revisión en contra de una sentencia que concedió el amparo a una pareja de personas del mismo sexo que buscaban casarse en este estado. Estas declaraciones no son solo discriminatorias en sí mismas, sino que además, otorgan una “licencia para discriminar” al legitimar y perpetuar los estereotipos que existen en la sociedad.

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Pensando las disciplinas: los colegio(s) y las sexualidade(s)

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Si hay una sola cosa que tengo clara sobre la educación es que los colegios de formación básica están obsesionados con el sexo.

En estos días la prensa colombiana ha reportado el caso de Váleri, una niña (pre-adolescente) de 14 años que tiene un “problema”: ella ha escogido vivir conforme su propia identidad. Y digo que es un problema, no porque yo crea que la falta de concordancia entre cómo te sientes y cómo te ves (con qué características físicas y biológicas naciste) sea, de hecho, un problema; lo digo por las consecuencias que esa discordancia genera para las personas que la viven.

Váleri nació con la Característica (sí, con mayúscula) de lo que en nuestras sociedades se entiende como “hombre”, es decir, Váleri nació con pene; una parte física del cuerpo que acarrea con él muchísimas expectativas sociales y culturales. Hoy no puede asistir al colegio como Váleri sino bajo su nombre legal, Santiago, lo que implica que no puede tener el cabello largo porque, pues, biológicamente es hombre y las normas de convivencia indican que los hombres deben ir con cabello corto.

No voy a hablar en este espacio sobre la falta de ¿conocimiento? ¿consideración? de los medios de comunicación cuando se refieren a Váleri como él[1]. Tampoco voy a abordar la indignante actitud del rector del colegio, que dijo estar “protegiendo” a Váleri de sus compañeros, para justificar la postura institucional[2]. Y, sobre todo, voy a obviar lo triste que es que a una persona la priven de un derecho tan básico como la educación por cuestiones meramente burocráticas (más aun cuando hay ejemplos[3] de escuelas que han dejado a un lado estas trabas).

No, detrás del problema de Váleri hay otra cuestión, tan absorta en nuestra cotidianeidad que nos cuesta trabajo pensarla diferente: las normas de apariencia al interior de los colegios.

¿Cuál es la relevancia, educativamente hablando, de que los hombres vayan al colegio con el cabello corto? ¿En realidad importa si una mujer usa aretes o accesorios llamativos (o si no usa)? ¿si usa falda o pantalón? Vaya, ¿por qué es TAN importante para la educación básica estos temas? Hay quienes dirán que a las niñas y niños, hay que enseñarles lo que es la disciplina (já). Entiendo, y por eso existen horarios de entrada, salida, recesos, comidas, materias, deporte, entrega de tareas y aplicación de exámenes. Pero, fuera de estos ejemplos que pudieran parecer justificados, las normas de apariencia remiten, siempre, a la sexualidad de las niñas y niños.

Los colegios, a través de estas normas, construyen los cuerpos, deciden sobre el género de las personas con base en su anatomía y, en consecuencia, generan sujetos. Sujetos que no tienen voz ni voto en su propia construcción. Los niños deben usar pantalón y el cabello corto, porque eso es ser masculino; las niñas deben usar falda, ser femeninas, pero no tanto que despierten las sexualidades de sus compañeras y compañeros, mucho menos usar maquillaje o decoraciones que no sean acordes a la sobriedad que “caracteriza” la niñez. ¿Y qué pasa si no quiero ser femenina? ¿si no quiero usar faldas? ¿y qué si quiero ser un hombre con cabello largo? ¿y si quiero ser un híbrido entre lo femenino y lo masculino?

A mí la respuesta me parece obvia, pero esto no excluye la posibilidad de reflexión. En los colegios (y en muchos otros ámbitos) el sexo funciona como norma, que además necesita producir (porque no, las mujeres no usamos falda por naturaleza) los cuerpos que está gobernando. No deberíamos preguntarnos si está “bien” o “mal” que Váleri se sienta como se siente, o haga lo que hace; mas bien hay que cuestionarnos por qué eso es tan importante para el colegio, de dónde viene y a dónde va esta obsesión por el sexo y la sexualidad. Necesitamos repensar nuestros sistemas de disciplina.

* Publicación original en la página de Parces ONG: http://www.parces.org/pensando-en-disciplinas-los-colegios-y-las-sexualidades/ 

Twitter: @norapicasso


[1] Semana. “El niño que no puede estudiar por tener el pelo largo” (3 de febrero de 2015). Disponible en línea: http://www.semana.com/nacion/articulo/transgenero-no-puede-estudiar-por-extensiones-en-el-pelo/416742-3.

   El tiempo. “Joven transexual pide a colegio trato de niña” (4 de febrero de 2015). Disponible en línea: http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/transgerista-exige-igualdad-de-condiciones-para-estudiar/15192276

[2] “Para Álvaro Duzán, rector del colegio, la situación es mucho más compleja de lo que parece. “No le podemos permitir al niño que venga vestido de travesti, porque él ha sido víctima de matoneo por parte de otros estudiantes”, dijo en diálogo con este portal.Semana. “El niño que no puede estudiar por tener el pelo largo” (3 de febrero de 2015).

[3] Sentiido. “Él/Ella/nosotros” (14 de abril de 2014). Disponible en línea: http://sentiido.com/el-ella-nosotros/

La justicia cotidiana y un país en crisis

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¿Qué tiene en común una persona que no puede cobrar su aguinaldo con el hecho de que en México desaparecen cerca de 13 personas diariamente?[1] ¿Cómo se relaciona en algo el que una persona no pueda cobrar su pensión en el IMSS con encontrar 60 cadáveres en un crematorio en Acapulco?[2] ¿El oficial de tránsito que “deja a su criterio como arreglar esto” (multa de tránsito) se relaciona en algo con 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa?

El punto común de estas situaciones es que todas son injusticias. La diferencia, para un observador externo, consiste en que unas son injusticias más graves que otras.

Pero en mi opinión estos pequeños casos de justicia cotidiana (o injusticia), son los que desembocan finalmente en las grandes injusticias del país. Son, en mi opinión, las que nos llevan a desembocar en la violencia social que vivimos actualmente.

La justicia cotidiana,[3] en palabras de Ana Laura Magaloni, es la justicia olvidada.[4] Son los problemas Continue reading

Las mujeres como “castigo”

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–“¡El que llegue al último es niña!” –gritó Leonardo–. Todos rieron y se echaron a correr con dirección a la cancha de tierra de futbol. Todos excepto Dora, quien también corrió, pero no rió. Segundos después de la llegada de Alberto –el más “gordito” del grupo– la agitada respiración de todos fue interrumpida por Ángel. –“Ay `Lechón´, solamente porque eres buen portero, si no escogerían a la `Peque´ antes que a ti, jajá”. Alberto no pudo defenderse, seguía sin recobrar el aliento.

 –“Bueno ya, Ángel y yo escogemos. `Piedra, papel o tijera´ para ver quién va primero, el que gane dos de tres” –dijo Leonardo–. Para ellos no era una cuestión de menor importancia. Eran diez jugadores, lo que significaba que el que perdía se quedaba con la única mujer: Dora. Creían que su velocidad no daba para competir con la agilidad de “Sapo”, la fortaleza de “Torre”, la técnica de Ángel o el liderazgo del “Capi” –como le decían a Leonardo–. Por más buena que fuera, para ellos era un castigo; una carga que debían soportar.

–“¡JÁ!, gané, te quedarás con la `Peque´” –exclamó Leonardo–.

–“¡Agh!, y nosotros qué culpa tenemos de que te obliguen a traer a tu hermana a jugar” –se quejó Ángel–. Continue reading