Y que se metió… ¡hasta la cocina!

Por Darío Ángeles

No soy un iluso. Sé que hablar de privacidad en el mundo de las redes sociales es casi imposible. Y si bien entre particulares (Facebook, twitter, Instagram, snapchat, etc.), los efectos de la invasión a la privacidad pueden ser desastrosos (¿hace cuánto tiempo que les llegó por última vez la foto de alguna mujer desnuda que no consintió en hacer públicas sus fotos?), no perdamos de vista lo grave que puede ser una violación a la vida privada por parte de las autoridades públicas (imponer multas, sanciones, determina contribuciones, etc.)

Viene a mi mente este tema porque la Primera Sala de la Corte mexicana, resolverá el Amparo Directo en Revisión 4796/2014,[1] y el proyecto de sentencia[2] plantea que las autoridades administrativas pueden irrumpir en el domicilio de un particular (cumplidas las formalidades legales), y no sólo verificar sino, inclusive, retirar objetos del mismo.

Ahora si que con este fallo, la Corte podría permitir que las autoridades administrativas se metan “¡hasta la cocina!”, como dice la sabiduría popular.

Me parece que esta postura del fallo es incorrecta, puesto que, en mi opinión, las autoridades administrativas solamente pueden irrumpir en el domicilio de un particular, a través de una orden judicial. Pero esto, en México, obviamente no es así…

La realidad es que en México nunca se ha cuestionado

Réquiem por la democracia venezolana

“Si la sentencia es condenatoria, usted, jueza, tendrá más miedo a leerla que yo a escucharla, porque usted sabe que soy inocente”

Leopoldo López

Por Darío Ángeles

El día de ayer, 10 de septiembre de 2015, fue condenado en Venezuela el opositor del gobierno oficial, Leopoldo López, por los delitos de instigación pública, asociación para delinquir, daños en propiedad e incendio, por la Jueza Susana Barreiros.

Aunque carezco de la información de las pruebas allegadas a juicio, al leer la nota no pude evitar pensar en represión política y gobiernos despóticos. Cuando un sistema judicial legitima las acciones represoras del Gobierno en turno, se ha perdido en definitiva el gobierno democrático.

Y no se trata de pensar que el Gobierno Venezolano es, hoy por hoy, un gobierno democrático. Pero cualquier forma de gobierno que tenga tintes de autoritarismo, puede mantener ciertos tintes democráticos cuando se salvaguarda la independencia de los jueces para decidir

Participación Ciudadana

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Por Julián Lopardo[1]

La participación ciudadana en los procedimientos previos al dictado de normas es un aspecto a fortalecer dentro del andamiaje institucional de cualquier Nación que adopte los principios de un sistema republicano de gobierno, en pos de un consenso que legitime las decisiones estatales, brindándoles la solidez y estabilidad requeridas como pilares de un progresivo y armónico desarrollo social y económico.

Acotando algo más el tema, en lo que hace a la actividad reglamentaria de la Administración Pública – entendida como la emisión de normas de carácter abstracto y general por parte del Poder Ejecutivo o aquellos Organismos y Entes que actúan en su esfera-, podríamos afirmar que los mecanismos participativos ofrecen ventajas de distinta índole.

En primer lugar, incrementan la legitimidad a la decisión administrativa, debido a que resulta indudable la mayor fortaleza de un reglamento cuando se ha seguido, con carácter previo a su dictado, un procedimiento de reflexión colectiva.

En un sistema representativo, la vinculación inmediata que puede verse entre los votantes y los miembros del Poder Legislativo – detentadores naturales de la potestad legislativa –, resulta desdibujada cuando es un funcionario administrativo quien ejerce la actividad materialmente legislativa. Por ello, siendo la falta de consenso democrático de sus decisiones uno de los principales cuestionamientos que suele hacerse a la actividad reglamentaria de los órganos administrativos – principalmente cuando éstas son tomadas por funcionarios que no han sido elegidos por el voto popular,

¿No que no IVAs a subir impuestos?

La imagen es propiedad de “El Fisgón”

Por Darío Ángeles

Sándwiches, gorditas, quesadillas, tacos, flautas, sushi, pizzas y hot dogs; tortas, lonches, chapatas, pepitos, baguettes, paninis y subs; croissants o cuernitos… (tome aire… y siga leyendo); bakes, empanadas o volovanes; focaccias, guisos y discadas; banderillas, hot cakes y alitas; molletes, hamburguesas, bocadillos, tamales, sopas y nachos.

La anterior, más que ser una oda de los gustos que tenemos los gorditos, es la famosa lista de alimentos que a partir de la semana pasada deben de pagar IVA cuando son adquiridos en tiendas de conveniencia.[1]

Las críticas a este “nuevo” impuesto[2] han venido, esencialmente, por dos caminos distintos. Por una parte se alega el impacto que tiene en las personas de bajos recursos, quienes ahora tendrán que pagar 16% más respecto a tales productos; y, por otro lado, al hecho de que el gobierno había prometido no subir más los impuestos en este sexenio.

Obviamente mucha gente se siente traicionada. “¡Gobierno no mantiene sus promesas!”, “¡Al Gobierno no le importan los pobres!”.

Pues bueno, a propósito de este aumento en los impuestos me interesaría compartir dos pensamientos. El primero tiene que ver con analizar si en verdad la culpa es del gobierno. El segundo es si

Te extrañamos y no olvidamos, Mauricio

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Por Juan Pablo Alemán

Conocí a Mauricio Alberto Murra Valdés a los seis años, fuimos amigos inseparables durante casi toda la primaria y después mantuvimos una muy buena amistad hasta que, el 15 de mayo de 2010, fue asesinado junto a, por lo menos, ocho personas más cuando se encontraba en el bar “Juanas VIP”[1] en Torreón, Coahuila, tenía solamente 23 años, era un estudiante y deportista destacado.

Hoy, quienes lo quisimos, recordamos que han pasado ya cinco años de su muerte y de la de las demás personas que fueron también asesinadas en esa masacre[2], por lo que en estas líneas quisiera hacer algunas reflexiones sobre estos hechos, no sin antes apuntar que al igual que Mauricio, muchas otras personas murieron en hechos similares en el bar “El Ferrie”[3] y en la “Quinta Italia Inn”,[4] por mencionar otros dos eventos ocurridos durante el mismo año.

En relación con la muerte de todas ellas, aún hoy, el Estado mexicano en su conjunto mantiene una deuda con sus familias y con toda la sociedad. La negligencia para atender estos casos parece ser un asunto olvidado que no ha tenido consecuencias para las personas responsables ni para el Estado, sin embargo estoy seguro que las habrá,

¿Y después del 7 de junio?

La imagen fue tomada de aquí: http://letrerouniversitario.blogspot.mx/2009/04/ultimos-dias-para-seguir-votando-desde.html

Por Daniel O’Farrill Cortés

Derecho y política. Conceptos aburridos. Probablemente por iniciar este escrito con esas palabras ya perdí a más de un lector. Sin el sabor de la grilla electoral, muchos de nosotros pasaríamos (o pasamos) por alto estos temas. Sin embargo, es precisamente cuando no estamos en campaña y cuando no nos están vendiendo la política como algo interesante porque necesitan nuestro voto, que estos temas adquieren una importancia trascendental.

               Escribo esto estando en San José, Costa Rica, desde una trinchera llamada Corte Interamericana de Derechos Humanos, a escasos quince días de regresar a mi querido Nuevo León. Escribo esto no por gusto sino por necesidad. ¿Objetivos? Primero; explicarles qué estoy haciendo en San José, Costa Rica. Segundo; hablarles sobre la pieza clave que somos los ciudadanos en la prevención de las injusticias, sin tener la necesidad de pintarnos como héroes con hebillas milagrosas.

               Para aquellos que no están familiarizados con el trabajo de la Corte Interamericana o que simplemente les importa un carajo, les explico breve y sencillamente a qué se juega en esta cancha: cuando todo falla, cuando un país no ha logrado atender íntegramente una violación de derechos humanos, la Corte Interamericana entra al quite. A este lugar llegan casos antiguos y casos recientes. Casos que van desde el pago

Ay México… ¡siempre corrupto y nosotros sin poder hacer nada!

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“Pero, joder, ¿es que aquí (México) nada cambia nunca, aunque en apariencia, sólo en apariencia, todo parece estar cambiando día a día?”

Luis Spota. Paraíso 25. Libro publicado en 1981

Por Darío Ángeles

La cita con que abro esta entrada viene a mi mente siempre que leo de casos de corrupción en México. Ésta es la que nos dice el autor no cambia nunca.

Déjenme les cuento un poco de la novela para contextualizarla con esta entrada. El protagonista de la misma, Amadeo Pádula, observa que la corrupción reina en México. Lo interesante de Paraíso 25 es que se trata de una novela de 1981 que relata la segunda visita de Pádula a México, pero realmente es una secuela de Casi el Paraíso, novela publicada en 1956, y que describe el primer acercamiento de Pádula a la clase política mexicana y la corrupción que permite obtener jugosas ganancias. Lo que observa el protagonista, tristemente, es que en México 25 años no cambian las reglas del juego y que este país se mueve siempre e invariablemente a través de actos de corrupción.

Pues si bien lo anterior puede ser interesante, lo desconcertante es que al leer ambas novelas uno siente que está leyendo cualquier libro que describe el México del año 2015.

Y es que cuando uno ve que el Gobernador de Nuevo León tiene una casa de 13 millones de pesos,[1] que su familia tiene inversiones millonarias en Texas,[2] la falta de información respecto al proyecto denominado “Monterrey VI”,[3] o que la información de los costos de la construcción

Quería hablar de Carmen Aristegui…

Por Darío Ángeles

Quería hablar de Carmen Aristegui y su despido de MVS Radio.[1] Quería hablar del rol de las voces críticas en los medios de comunicación masiva. Quería hablar de cómo los poderes fácticos son, en la actualidad, los más grandes opresores de derechos fundamentales como la libertad de expresión y el acceso a la información.

Pero justamente la semana pasada nuestro flamante Senado tuvo una puntada más en su actuación durante la presente integración: Se sirvió nombrar como nuevo Ministro de nuestra Suprema Corte de Justicia de la Nación al ex embajador Eduardo Medina Mora Icaza.

¿No saben quién es Medina Mora?, les dejo unos links de eso (si sabes quién es Medina Mora, avanza 3 párrafos y te digo por qué te interesa su nuevo cargo)

1.- Las críticas: “¿Homenaje a la guerra?” de Jesús Silva-Herzog Márquez; “52 mil firmas contra Medina Mora ¿qué sigue?” de Maité Azuela; “Un Ministro inconstitucionalista” de José Roldán Xopa; “Acto de Arrogancia” de Sergio Sarmiento; “El ministro y su corte” de Gerardo Esquivel; entre otras.

2.- Defensas (o al menos los comentarios moderados): “Ministro de la Corte” de Sergio Sarmiento; “División de Poderes” de Jorge Islas; “A construir legitimidad” de Javier Cruz Angulo.

3.- Las curiosidades: O de cómo “muchos tweets” parecen defender a Medina Mora.

Bueno, justo es que les explique por qué me pareció más relevante dedicar unas palabras al nombramiento de Medina Mora

La justicia cotidiana y un país en crisis

 

¿Qué tiene en común una persona que no puede cobrar su aguinaldo con el hecho de que en México desaparecen cerca de 13 personas diariamente?[1] ¿Cómo se relaciona en algo el que una persona no pueda cobrar su pensión en el IMSS con encontrar 60 cadáveres en un crematorio en Acapulco?[2] ¿El oficial de tránsito que “deja a su criterio como arreglar esto” (multa de tránsito) se relaciona en algo con 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa?

El punto común de estas situaciones es que todas son injusticias. La diferencia, para un observador externo, consiste en que unas son injusticias más graves que otras.

Pero en mi opinión estos pequeños casos de justicia cotidiana (o injusticia), son los que desembocan finalmente en las grandes injusticias del país. Son, en mi opinión, las que nos llevan a desembocar en la violencia social que vivimos actualmente.

La justicia cotidiana,[3] en palabras de Ana Laura Magaloni, es la justicia olvidada.[4] Son los problemas

La magia de las palabras

 

Por Darío Ángeles

No importa que reflejen o no la realidad, las palabras pueden hacer cosas increíbles cuando de moldear las percepciones se trata.

Ya sea que se trate de acusar una derrota cargada de parcialidad en el arbitraje (“¡nos robaron la final!”, “¡árbitro vendido!”, “Televisa impuso al Presidente, claro que puede imponer al campeón del fútbol mexicano”), ya sea que se trate de una forma para justificar la compra que nuestro Secretario de Hacienda realizó de una casa (“es una operación legal”, “no hay conflicto de intereses”);[1] en cualquier caso las palabras buscan transmitir una percepción de las cosas y en muchos casos lo logran.

Sin embargo, es un hecho, las palabras no cambian las realidades.

Dice un viejo profesor que los abogados solemos creer en “la magia de las palabras”, refiriendo a la práctica consistente en que para cada cosa que no funciona en un sistema, creemos que mediante la expedición de nuevas leyes acabaremos con el problema.

Sin embargo, repito, las palabras no cambian la realidad.

A nuestro “honorable” lugar en el puesto número 103 de 174 en el índice de corrupción, [2] se agrega