Entre la habilidad y la virtud (o de cómo se elige un cuerpo de gobierno).

  1. La incompleta discusión en la conformación del gobierno.

Con grata impresión me quedé al observar mis redes sociales durante la época de campañas electorales. La gran mayoría de mis contactos tuvo a bien participar en la discusión democrática, ya sea a través de la expresión de su postura o de interesantes intercambios con aquellos que se encontraban apoyando a una diversa opción política. Claro, tampoco faltaron los apáticos cuyo único propósito era el de externar su tremenda flojera ante la gente participativa; afortunadamente, esos fueron los menos y casi siempre terminaron recibiendo comentarios que evidenciaban la estupidez de su actitud. El punto es que la dimensión dialógica del proceso electoral tuvo un relativo éxito, gracias al interés de esta parte de la ciudadanía en la elección de las cabezas de los gobiernos entrantes. Ya es un lugar común el considerar a las redes sociales como el ágora de nuestro tiempo.

En cambio, el contraste es evidente si ello se compara con el actual desinterés en el siguiente paso de la construcción de las autoridades representativas: la formación de los equipos de gobierno. Lejos de la discusión generalizada, los únicos que parecieran seguir clavados con el tema son quienes gozan de formación académica en Política o en Derecho. Después de todo, no resulta sorprendente que los principales observadores del engranaje de las políticas públicas son quienes se sienten mejor preparados para embonar en ellas.

Ante este escenario, me gustaría presentar las 2 grandes posturas que generalmente se sustentan a la hora de argumentar cuál es la mejor opción para fincar los rostros de la gubernamental bestia de mil cabezas. No olvidemos que la elección acerca de quién debe ocupar los puestos en el gobierno es sustancialmente discrecional: se presenta un criterio (usualmente cualitativo) para conformar el universo de posibles candidatos, y un metacriterio (usualmente cuantitativo) para elegir quién de esos candidatos resultará ganador. Es entonces necesario discutir acerca de tal criterio, pues ello se transformará, a final de cuentas, en el parámetro de lo políticamente razonable y en el instrumento legitimador de un ideal escenario de gobierno de los mejores.

  1. El gobierno de los técnicos.

Desde esta óptica, el perfil ideal de un servidor público se equipara a su habilidad y entendimiento en la materia que se pone a su cargo. Se privilegia el bagaje intelectual y se celebra la técnica que posea para afrontar los problemas inherentes a su encargo. Ello presupone una filosofía ejecutiva bastante clara: la forma óptima de tomar una decisión es estando completamente preparado para ello, ya sea mediante una excelsa formación académica ad hoc o con la vasta experiencia en esa clase de situaciones; “con sesos”, si se me permite Continue reading