Las mujeres como “castigo”

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–“¡El que llegue al último es niña!” –gritó Leonardo–. Todos rieron y se echaron a correr con dirección a la cancha de tierra de futbol. Todos excepto Dora, quien también corrió, pero no rió. Segundos después de la llegada de Alberto –el más “gordito” del grupo– la agitada respiración de todos fue interrumpida por Ángel. –“Ay `Lechón´, solamente porque eres buen portero, si no escogerían a la `Peque´ antes que a ti, jajá”. Alberto no pudo defenderse, seguía sin recobrar el aliento.

 –“Bueno ya, Ángel y yo escogemos. `Piedra, papel o tijera´ para ver quién va primero, el que gane dos de tres” –dijo Leonardo–. Para ellos no era una cuestión de menor importancia. Eran diez jugadores, lo que significaba que el que perdía se quedaba con la única mujer: Dora. Creían que su velocidad no daba para competir con la agilidad de “Sapo”, la fortaleza de “Torre”, la técnica de Ángel o el liderazgo del “Capi” –como le decían a Leonardo–. Por más buena que fuera, para ellos era un castigo; una carga que debían soportar.

–“¡JÁ!, gané, te quedarás con la `Peque´” –exclamó Leonardo–.

–“¡Agh!, y nosotros qué culpa tenemos de que te obliguen a traer a tu hermana a jugar” –se quejó Ángel–. Continue reading